Cristian
*Este es el testimonio que nos deja Silvia, la mamá de Cristian:
Es imposible olvidar aquel 14 de febrero de 2011 en el que Cristian fue diagnosticado de leucemia linfoblástica aguda. A las nueve de la mañana acudíamos a la pediatra por unas molestias que sentía en la zona abdominal, en la que se apreciaba una distensión importante.
La pediatra nos derivó al hospital Josep Trueta (Girona) de inmediato. Parecía algo urgente. Una vez allí, le realizaron una analítica y una ecografía abdominal en la que se apreciaba el hígado y el bazo con un volumen incrementado. Con los resultados de la analítica y el de las ecografías en mano, empezaban las sospechas en el Trueta:
- Repetiremos la analítica, le haremos un hemograma porque tiene la hemoglobina baja. Está muy bajo de plaquetas y con los resultados de las ecos tenemos que comprobar si se trata de una leucemia.
En ese mismo instante noté como se me helaba la sangre. No me lo podía creer. Yo había entrado allí con mi hijo por un dolor abdominal y me acababan de decir que el posible diagnóstico de Cristian era un CÁNCER.
Pues sí, no andaban equivocados. A las tres de la tarde me conducían a un despacho y allí recibía la bofetada más grande de mi vida: mi hijo de tres años era diagnosticado de leucemia linfoblástica aguda.
Actuaron con mucho mimo y cariño. Se portaron muy bien. Me comunicaron entonces que se nos derivaba al hospital materno-infantil Vall d'Hebron de Barcelona, puesto que allí no había oncología infantil. Empezaba un largo camino por recorrer. Al día siguiente comenzaban todo tipo de pruebas y espera de resultados. Aquella fue la peor semana de nuestras vidas. Con el aspirado de médula se confirmaba que se trataba de leucemia linfoblástica aguda B.
Al principio, aquello resultaba extraño, no sabíamos qué iba a pasar y, sinceramente, pasamos miedo y angustia por la incertidumbre y la espera de los resultados. Fueron días muy duros e imposibles de olvidar.
La gran suerte fue encontrar un equipazo sanitario en el que tanto médicos, enfermeras, auxiliares, celadores y demás personal te hacían sentir muy arropado. A los pocos días, las enfermeras de Cristian se convertían en sus novias: Claudia Plaza, Raquel Moya, Jessica Iglesias, Raquel Coronado, María Egea, etc; y los médicos, en sus amigos: la Dra. Bastida, el Dr. Dapena y su querido Dr.Velasco (Pablo) —Cristian se saltaba el protocolo y lo llamaba directamente por el nombre. ¡Grandes profesionales!
Todo iba estupendamente. Acabado el ciclo de inducción, después de un mes ingresado, nos íbamos para casa. Eso sí, Cristian no podía volver al colegio hasta septiembre. Seis meses sin poder tener contacto ni con los compañeros del cole ni con sus primos ni sus amigos. Sólo podía estar con su hermana Judit, que en aquel momento tenía 2 añitos. ¡Eso resultaba un poco duro!
Continuamos con los ingresos programados de consolidación/intensificación. Cristian iba la mar de contento al hospital. Claro, allí veía a sus enfermeras del alma que lo llevaban entre algodones y, como decía él, a su mejor amigo: el Dr.Pablo Velasco.
Allí hizo muchos amiguitos: Aina, Anna, Jan, Rubén… Niños que estaban pasando por la misma enfermedad y que se habían convertido en pequeños guerreros sin esperarlo.
Allí vivimos cosas que sólo las puede entender quien pasa por ello. Aunque parezca que se tiene que vivir en una constante tristeza, nada está más lejos de la realidad. Allí aprendes las lecciones de vida que te pueden dar muchos niños y, cómo no, a valorar las cosas más simples. También hay gente que de manera altruista se dedica a visitar a los más pequeños para que su estancia sea más amena: payasos, cuentacuentos, musicoterapia, magia, los voluntarios de AFANOC, a los que hay que agradecerles su gran labor, y ese celador que derrocha buen humor y simpatía por los pasillos que, más que parecer que se los lleva de pruebas, parece que se los lleva a una fiesta… ¡Magnífico JR. Rubin! Y ese equipazo de enfermeras que, sin quererlo, se convierten en tus aliadas con sus eternas sonrisas, sus bromas, su especial sensibilidad y su buen humor. Se convirtieron así, y para siempre, en parte de nuestras vidas.
Pasamos a mantenimiento y, así, durante año y medio visitando a los doctores cada seis semanas. Pasaron los dos años del debut y, al fin, ¡acababan las quimios! ¡Todo seguía viento en popa!
Actualmente, hace 4 años de aquel 14 de febrero del 2011 y Cristian tiene 8 años. Sigue estando perfectamente y las visitas son cada 6 meses, esperando ese añito más que queda para considerarlo curado del todo.
Tengo que agradecer a Cristian lo fácil que nos lo puso todo ante una situación tan inesperada como la que nos tocó vivir, por luchar como un campeón. A su hermana Judit por la paciencia que supo tener con sólo dos añitos, ¡otra campeona! A la familia por su apoyo incondicional, porque sin ellos todo hubiera sido más complicado y, especialmente, a ese equipazo de onco-hematología pediátrica del hospital Vall d 'Hebron, de los que debo destacar, por su grandísima empatía y sensibilidad —ya que las quimios hicieron su trabajo, pero no hay mejor medicina que grandes dosis de cariño: al celador JR. RUBIN, las enfermeras CLAUDIA PLAZA, RAQUEL MOYA, MARÍA EGEA, JESSICA IGLESIAS, RAQUEL CR, y al DR.PABLO VELASCO.
¡Mil gracias!