Homenaje a Guillermo
Mi nombre es Isabela Martínez.
Mi esposo se llamaba Guillermo y tuvo leucemia linfoblástica aguda.
No encontraba donante no emparentado de médula ósea, pero recibió un trasplante de sangre de cordón umbilical en el año 2006.
Murió a causa de una infección de CMV. Desde el diagnóstico hasta su pérdida estuve en contacto con la Fundación Josep Carreras y otras organizaciones.
Desde entonces sigo luchando e intentando fomentar la donación de médula ya que es la gran desconocida. Intento colaborar y aprovecho situaciones de alegría para fomentar la donación. Por ejemplo, en el rodaje de la película “Luz de domingo” en la que fui de extra para conseguir un autógrafo de Garci para mi marido, acabé con un megáfono en mano hablando de la donación y de su importancia.
Esa es la fuerza que me motiva, que nadie nunca más tenga que pasar por una situación como la nuestra.
Nosotros tuvimos que dejar nuestra casa, trabajo, familia…y marchar a más de 1.000km de distancia a otra cuidad a realizar el trasplante y es muy duro en todos los planos: emocional, físico, económico, laboral...
Son muchas cosas pero lo peor es no tener la posibilidad de recibir una médula y de darte la oportunidad de intentarlo al menos, de ahí mi empeño en fomentar la donación. Mi marido no ha sobrevivido, pero me acompaña en cada paso que doy, de hecho a raíz de su fallecimiento decidí cambiar completamente de vida y de trabajo y ahora soy auxiliar de enfermería e intento devolver todo lo que la vida me regaló a su lado. Gracias por su atención y por su trabajo. Y a la Fundación Josep Carreras muchísimas gracias por todo,
Recientemente en mi hospital se convocó un concurso de microrelatos y el mío resultó ganador. Quisiera compartir mi alegría con vosotros.
Es mi pequeño homenaje a todos los luchadores contra esta terrible enfermedad y a favor de la donación.
"Redoble de tambor en el pecho, estoy nerviosa… ¿será chica o chico?... pienso en su cara de luna y se me humedecen los ojos. Estoy impaciente, mis pasos se aceleran, mi padre que me acompaña casi no me sigue. Entramos en el edificio aséptico, la distancia a recorrer se me hace eterna. Nos hacen esperar en una salita contigua, miro alrededor el trajín, y de nuevo me emociono al pensar en cómo será... Daría algo por ver sus ojos, como escamas de sirena... Me atiende un hombre alto barbudo, sonrisa cálida, es anestesista, mi padre espera fuera, es una entrevista más personal. El momento llega, con un poco de suerte no lloraré, henchida, embargada por los sentimientos. Tengo suerte, hoy voy a donar médula y a regalar con una quimera ¡¡vida!!"
Isabella Martínez