Irene
Carta de Alfonso, de Madrid, a la Fundación Josep Carreras. Es el abuelo de Irene, una paciente de leucemia linfoblástica aguda de 5 años.
Hola,
Soy Alfonso, abuelo de Irene diagnosticada el día 3 de mayo de 2010 de Leucemia Linfoblástica Aguda (LLA). Irene tiene cinco años. Nació el 31 de diciembre de 2005.
En la actualidad a pesar de su tratamiento, está centrada en un mundo novedoso para su corta edad. Es una niña inquieta y juguetona rodeada de su propia realidad (su enfermedad). Reparte sus juegos entre el Dr. Álvaro, en el hospital de día del Hospital Niño Jesús de Madrid, y yo mismo.
¿Sus juegos? Se mete en su habitación, haciéndose pasar por Álvaro y yo tengo que llamar a la puerta y pedir permiso para entrar. Una vez dentro, Álvaro (Irene) me saluda y me dice: "bueno, ¿qué quiere saber?". Yo le respondo: "mire, soy el abuelo de Irene Maneiro Rojas". Y ella me contesta: "sí, sí. ¿Y qué quiere saber?". "Preguntar cómo se encuentra mi nieta", afirmo. "Pues bueno le tengo que informar que va mucho mejor y que puede hacer vida normal. Eso sí no puede tener contacto con Nuca (‘su perrita') pero puede salir a la calle, ir al cine, etc. Eso sí, con la mascarilla puesta. A ver... tiene esta semana el pinchacito en el culo pero no le va a doler y luego, la otra semana, le tengo que hacer el pinchazo en la espalda pero le pongo una cosita en la nariz y la duermo y no se entera de nada. Bueno, ¿qué más quiere usted saber?", me responde. "No, no, yo nada más", le digo. "Bueno pues le digo que le mire usted los pies y ya se ve si esté mejor o peor, si tiene plaquetas o está cansada. En fin, usted lo ve todo por ahí. Eso sí, si tiene fiebre es muy importante que yo la vea así que la trae usted o su padre al hospital, ¿entendido?", me responde. "Sí, Dr Álvaro y muchas gracias por su información". Irene, pilla, me contesta: "de nada. Puede salir y esperar fuera, bueno, en el teatro a que les llamen porque tenemos que sacarle sangre del portacat pero nada es un pinchacito de nada. Es que se lo tenemos que hacer para saber si los bichitos se están quitando de la sangre". "Bien, bien. Esperamos", respondo yo.
Nos podemos tirar horas jugando y tocando su mundo como ella misma lo vive. Cuando no hace de enfermera o de la ‘seño' que durante dos días por semana la da clases. Cuando llego a su casa, lo primero que me dice es que tengo que ‘desinfestarme' las manos y si no, no hay beso.
Con este pequeño relato quiero, de alguna forma, dar a entender a los familiares próximos a un enfermo, sea cual sea su enfermedad, que por muy mal que nos sintamos anímicamente, tenemos que dejarnos llevar a su mundo. Y una vez dentro de él, tratar de disfrutar nosotros con ellos. De esta manera, nuestra cara le está trasmitiendo seguridad y, lo más importante, la confianza entre el enfermo y el doctor.
Alfonso
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