Decenas de adolescentes con pancartas de ánimo hacían guardia en la puerta del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla en mayo de 2005 mientras los hematológos salvaban la vida de su profesora. Un año antes "justo después de pasar sesenta horas de Feria", comenta Lupe, le diagnosticaron esta cruel enfermedad. "Nadie daba una semana de vida por mí", explica.

Como Lupe requería un trasplante de médula ósea y no disponía de un donante entre sus familiares, la Fundación Josep Carreras, a través de su programa REDMO (Registro de Donantes de Médula Ósea) localizó un donante alemán compatible para ella.

"No lo conocemos, por supuesto, pero en casa lo llamamos Hans y brindamos por él en todas las reuniones", explica Lupe con la alegría que caracteriza a esta sevillana. "No podemos prescindir de los otros, ése es el mensaje. Nadie sabe lo que le puede pasar mañana. Hay que ponerse la peineta todos los días y salir a celebrar la vida todos los días. He criado a dos nietos durante el trasplante, porque estuve un año de baja. Les hacía la comida, los paseaba... No tenía más remedio, porque había dos opciones: o morirme de asco o agarrarme a la vida." Y así sigue siendo Lupe: positiva, emprendedora, agradecida y vital.

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