Mar

¡Hola! Me llamo Mar, tengo 38 años. Casi un mes después de cumplir los 37, me diagnosticaron leucemia.

Trabajo en una escuela infantil. Aquel curso no había sido fácil por motivos diferentes y yo lo había pasado mal. Durante el mes de julio me encontré cansada muchos días, pero lo achacaba al calor, a los cambios de muebles en casa, al trabajo, los niños… También tenía muchos hematomas en las piernas, pero pensaba que se debía a la mala circulación que siempre había tenido. En fin, a todo le encontraba explicación. Hasta que el primer fin de semana de agosto, ya de vacaciones, fuimos a la playa un par de días y un dolor de cabeza muy molesto no me permitió disfrutarlo del todo. El domingo, a la vuelta de la playa, mi marido Pablo y yo decidimos pasar por urgencias. Pensamos que sería el estrés (otra vez buscando una explicación). Él se quedó en el coche con nuestros hijos (en aquel momento tenían 2 y 3 años) y yo entré en el hospital.

Recuerdo que el médico me preguntó un montón de cosas que yo, en aquel momento, encontraba inútiles. Pero gracias a aquello y a que aquel médico vio más allá, hoy puedo contaros esto. De aquel día, probablemente el peor de mi vida, recuerdo sus palabras: “te vas a quedar ingresada. Tienes algo en la sangre. Puede ser malo o muy malo”. Yo estaba allí, escuchándole sin querer creer sus palabras, andando de un sitio a otro pero con la misma sensación que en una pesadilla: la de querer salir corriendo y tener los pies pegados al suelo.

Después todo fue muy deprisa. Ingreso en un box, me ponen 2 bolsas de sangre, plaquetas… Recuerdo la cara con la que me miraban. Dos días después, el terrible diagnóstico: leucemia.

Luego me trasladaron a otro hospital y me aislaron. Allí me explicaron en qué consistía la enfermedad y me dijeron que sabíamos el nombre pero había que buscar los apellidos. Unos días después me dijeron que tenía leucemia linfoblástica aguda con ph+ y que necesitaba un trasplante de médula. Escuchar aquello fue… No sé describir con palabras lo que sentí. Pero aquellos días solo era feliz durmiendo porque en mi sueño escapaba de una realidad que no me gustaba y que hacía infelices a todos. Por otra parte solo quería escuchar que me curaría. Necesitaba saber de otras personas que hubieran superado esto. Por eso hoy cuento mi historia.

Empezó la gran lucha: quimio, pastillas, ingresos, consultas, pruebas, punciones lumbares, punciones de médula… Y un sinfín de lágrimas y de preguntarme por qué. ¡Si yo no había hecho nada malo! No servía de nada.

De agosto a diciembre recibí los dos ciclos de quimio. En diciembre estaba en remisión completa y pude disfrutar la Navidad y el cumple de mi hijo mayor. Pero encontrar donante no estaba resultando fácil y mis hermanos no eran compatibles. Los médicos me dijeron que podrían hacerme un trasplante de cordón umbilical. El trasplante me lo hacían en otro hospital. Pero justo el día que me llamaron para decirme que había un cordón umbilical para mí, recibí la peor noticia: había recaído. Era 11 de marzo, dos días antes del cumple de mi hijo pequeño.

De nuevo a pelear con la quimio, los dolores, los vómitos… De nuevo a pensar: por qué. Pero aquellos días tuve como una revelación. En algún momento pensé que todos mis sueños estaban esperándome en casa: mis hijos Diego y David estaban esperando a que volviera y yo no iba a permitir que ellos se quedaran esperando. Y no iba a perderme todas las cosas que nos esperan: tenía que luchar como una leona pero iba a verles crecer y estaría con ellos en cada etapa de su vida. Así que me enfrenté con fuerza a la enfermedad y, aunque había días en los que el dolor no me permitía ni darme la vuelta en la cama, yo me levantaba. Iba al baño andando aunque cada paso que daba era un triunfo. Y lo conseguí nuevamente. Por segunda vez, estaba en remisión completa.

El 2 de junio ingresé para el trasplante y el 16 lo recibí. Cuando vi entrar a los médicos con aquella bolsa cuyo contenido era de color cereza… Recibí aquella sangre con el corazón abierto: estaba recibiendo VIDA. Mi trasplante fue dual: recibí el mismo día células madre de cordón y de mi hermano.

Es largo, es durísimo. Pero sé que lo vamos a conseguir. Gracias a una familia de Málaga y a mi hermano hoy estoy contando mi historia. Han pasado 9 meses y han empezado a vacunarme.

Gracias...

Gracias a tres equipos de médicos maravillosos: los del hospital Infanta Elena, los de la Fundación Jiménez Díaz y los del hospital Ramón y Cajal. A todos los médicos, enfermeras, auxiliares y voluntarios: GRACIAS DE CORAZÓN. Y gracias a Pablo, porque eres más que mi príncipe azul; a mis hijos, porque han entendido lo que sucedía a su manera; a mis padres, por tanto, tanto amor; a mis hermanos, por lo mismo; y a mis cuñados, por estar ahí y comprender la situación.

Gracias a Marielo, Monpanilla, Carol, Lola, María, Amparo, Almu, Rakel, Belén, Vane, Ángeles, Esther, Begoña, Mercè… por no cansaros, por estar cada día sin olvidaros de escribirme un mensaje aunque solo fuera para ponerme una carita feliz. Marielo, Monpa y Carol sois mis ángeles de la guarda. Gracias chupi pandy.

Gracias Virginia, Miriam, Montse, Isa, Sergio, Elisabeth… a todas las del nuevo equipo por vuestro apoyo, vuestras palabras de ánimo y esa segunda oportunidad. A los amigos de Galicia, especialmente a Rocío, por tu optimismo y alegría. Y, de aquí: Peni, Jose, Ana, Laura y Pepe.

¡Gracias a mis reposteras! A mi familia. Sois muchos para nombraros pero gracias por haceros donantes y por cada día de preocupación. Primos Josemi y Carmen, sois un apoyo incondicional. Gracias.

A los que leéis esto: SE PUEDE. No perdáis la esperanza. Es largo y duro, pero se puede. Y gracias a fundaciones como esta y a la investigación, algún día la leucemia será 100% curable. 

Página web actualizada 15/03/2019 10:38:13