Marta

Marta donant

"Creo que siempre recordaré el día en que, estando en la universidad, recibí una llamada diciéndome que una persona en el mundo necesitaba mi médula ósea para sobrevivir.

Me pareció increíble, con lo difícil que era encontrar médulas compatibles y YO lo era; sí, YO; yo tenía la médula idónea para salvar a alguien. Aún hoy, por más que me lo repito, no termino de creerme que el destino me diera tal oportunidad. Lo cierto es que me apunté al banco de donantes sin pensármelo demasiado, concibiendo que era algo casi improbable que me llamasen algún día. Pero me equivoqué y a los dos años recibí esa llamada que cambió dos vidas, la del enfermo, y la mía. Se pusieron en contacto conmigo desde la Fundación Josep Carreras y a partir de ahí todo fue rápido y fácil. Yo quería hacerlo cuanto antes, y el paciente no podía esperar mucho más.

He de reconocer que tuve miedo, claro que sí. Nunca he sufrido problemas de salud, ni he tenido operaciones ni enfermedades graves, por lo que no estoy familiarizada con el mundo de los hospitales y las batas blancas. Además, es difícil estar totalmente segura de haber tomado la decisión correcta cuando tus familiares y amigos te dicen "¿Vas a hacerlo? Estás loca, yo no lo haría. ¡Qué miedo!". Yo elegí llevar a cabo la donación por el método de sangre periférica, y el tratamiento previo me resultó algo duro. Hubo noches en las que los calambres sumados a los temores que rondaban mi cabeza me impedían coger el sueño, pero entonces me imaginaba a la persona que recibiría mi médula y a su familia. Les ponía caras, y creaba imaginariamente en mi cabeza el momento en el que recibieron la feliz noticia de que habían encontrado una médula compatible. Veía sus sonrisas, sus abrazos, y todos mis temores se esfumaban instantáneamente.

Me imagino que, como personas humanas, es normal tener miedo y plantearnos las posibles consecuencias negativas de todo lo que hacemos; pero esos temores carecen de importancia cuando recuerdas que es la vida de una persona la que tienes en tus manos.

Finalmente llegó el día, fui al Hospital La Princesa y me sometí a la donación mediante aféresis. Fueron siete horas en la cama del hospital distrayendo mi cabeza con pensamientos absurdos; y, por fin, todo terminó. No he podido desde entonces encontrar palabras para explicar cómo me sentí. ¡Qué sensación tan extraña! No podía definir mi estado porque resultaba desconocido hasta para mí. Nunca había sentido nada parecido, y no sé si lo volveré a sentir. Salvarle la vida a alguien con, tan sólo, un pequeño esfuerzo mío, ha sido la experiencia más increíble y gratificante de mi vida. Y ahora estoy segura de que, pase lo que pase, nunca me arrepentiré de nada de lo que hice. Por esto animo a todo el mundo a hacer lo mismo que hice yo; porque todo el miedo, los temores y las preocupaciones que podamos tener, se desvanecen cuando consigues que una persona siga viviendo y disfrutando más que nunca de la vida gracias a ti."

Marta

Página web actualizada 09/07/2019 16:37:22